¿Son los callicidas recomendables?
Este componente actúa ablandando la piel engrosada para facilitar su eliminación. Aunque su uso fue común durante años, actualmente muchos profesionales de la salud desaconsejan su aplicación sin supervisión médica.
Uno de los principales motivos es que el ácido salicílico puede ser agresivo para la piel sana que rodea la zona afectada, provocando irritaciones, quemaduras químicas o incluso úlceras, especialmente en personas con piel sensible o con patologías como la diabetes o problemas circulatorios. En estos casos, el riesgo de complicaciones aumenta considerablemente.
Además, eliminar un callo sin tratar su causa subyacente solo consigue que vuelva a aparecer con el tiempo. Por eso, antes de usar cualquier callicida es esencial consultar con un especialista, como un podólogo, para realizar un diagnóstico preciso. Muchas veces los callos y durezas están relacionados con factores como:
El uso de un calzado inadecuado que provoca roces o presión excesiva.
Alteraciones biomecánicas, como una pisada incorrecta.
Deformidades en los pies (juanetes, dedos en garra, etc.).
Enfermedades metabólicas o circulatorias que afectan la salud de la piel.
Alternativas seguras a los callicidas
El tratamiento más seguro y eficaz suele incluir una combinación de medidas personalizadas como:
Eliminación mecánica controlada: Realizada por un profesional mediante fresado o bisturí, sin dañar la piel circundante.
Uso de ortesis o plantillas personalizadas: Que redistribuyen las presiones y corrigen la pisada.
Hidratación regular: Con cremas específicas para mantener la piel flexible y prevenir la formación de durezas.
Revisión y cambio de calzado: Optando por zapatos cómodos, de materiales adecuados y con la horma correcta.
Conclusión
Aunque los callicidas pueden parecer una solución rápida, su uso sin control puede empeorar la situación. La prevención y el tratamiento profesional son la clave para mantener la salud de los pies y evitar complicaciones.